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martes, 19 de octubre de 2010Quiero querer.No. No escribí sino hasta ahora. Ni una sola palabra. Porque espero hasta poder escribir algo que haya surgido de una experiencia agradable, pero fresca. Algo así, como un pintor corta la flor más perfecta dentro de su propia imperfección, la cual sólo le sirve mientras ésta esté fresca; pero, ¿de qué sirve cortarla y utilizarla sin su previa observación? el pintor se colma de su flor: la imagina, la huele, la palpa con sus húmedas yemas de los dedos, queda absorto en su propio mundo, en su propia flor que ahora es su cosmos, y por un instante, casi su razón de existir. La devora. Luego de su éxtasis, entonces, el pintor da cuenta que la putrefacción de la flor es completa, la muerte de cada tejido que recubre la superficie e interiores de la pequeña planta, no traerán más que irritaciones nasales junto a un agua de florero de efecto cáustico. No es que transforme una buena experiencia en un arma odorífera. En serio. Solo que suelo sobre-gastar aquellas sensaciones, saturándome con ellas impidiéndome luego explayarme libremente , porque no las siento igual. Dirán, '¿no es mejor guardar aquellas sensaciones que derrocharlas tan negligentemente?'. Tienen razón. Pero yo no lo hago, o planeo no hacerlo. La autolimitación termina limitando tus andares hacia el único futuro previsible; la muerte. Soy una aglutinación de átomos de tiempo cronológicamente semejante a una trillonésima de segundo respecto a toda la vida planetaria de la Tierra, y por supuesto, no tengo nada de experiencia. Lamentablemente, cuando los pequeños muy pequeños quieren jugar a ser grandes mediante el auto-engaño, entonces, tu tiempo cronológico de vida no corresponde a tu propio paradigma del tiempo; has visto lo que otros no verán a tal edad. En esas situaciones, si sales del meollo del asunto, te das cuenta de lo patético que es limitar tu propio goce a costa de uno futuro, que de hecho, es meramente hipotético, porque nadie ni nada te lo garantiza. Prefiero embriagarme, si puedo hacerlo, de la experiencia más fútil que exprese en mi, aunque sea, un pequeño haz de felicidad. Estúpidamente me cuesta mucho poner en práctica lo que yo misma aprendí, hace ya tiempo, por las malas. Las personas somos necias. Yo en especial. Pero estoy dispuesta a seguir adquiriendo entendimiento, y lograr un comportamiento espontáneo que me haga sentir digna de mi misma. Hace un par de meses, he estado riéndome más seguido. He adquirido mayor desplante social. Me he sentido más... ¿linda? siempre tendré mi complejo con eso, pero de a poco mi propio autoestima está re-abasteciendo de lo que alguna vez nunca le hacía falta. El pelo se me está volviendo a caer. Me conozco lo suficiente como para saber que he de dudar de mi misma. Y es que aún me falta. Quiero tener más ganas de reír, quiero tener más ganas de abrazar, quiero tener más ganas de ver más allá de lo superficial; en definitiva, quiero ser más humana. Quiero dejar de envidiar lo que tienen mis iguales adyacentes, porque lo tengo todo y no me hace falta nada. Quiero escribir sobre temas alegres, quiero aplicar todo lo que pienso en mis hechos, pero me hace falta tanto aún... supongo que es por eso que los humanos vivimos tanto. Quiero seguir queriendo. Quiero estar ávida de deseos. Quiero querer más a mis amigos. Quiero querer más a mi familia. Quiero saber más cosas. Quiero alguien a quién abrazar... y quiero un novio. Si, abiertamente digo que, a mis 17 años vividos de exclusiva soltería sin entre tiempos que exceptuar, quiero tener un novio. Quiero... Quiero dormir. Quiero sacarme buenas notas en mi último año de colegio, así que he de irme a acostar. Quiero que sigan leyendo, los que leen, porque gracias a ustedes sé que siempre hay alguien dispuesto a conocer el pequeño espacio que reside en el espejo interior de una pequeña adolescente, y porque, además, sin ese empujoncito de insistencia, este lugar ya habría muerto. ![]() Etiquetas: reflexiones
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